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miércoles, 24 de octubre de 2007

EL AMOR EN NEGATIVO

EL AMOR EN NEGATIVO  

Por María Trinidad Caudillo, alumna de Maestría en Psicoterapia de Grupo con Enfoque Gestalt  

INTRODUCCIÓN:

La realización del presente ensayo tiene como propósito conocer las diferencias existentes entre el amor positivo / amor en negativo y sus características.

Estas características dejarán huellas indelebles que marcarán al individuo a temprana edad. La transmisión de esta fuerza directriz (amor positivo/negativo), desde el momento mismo de la concepción, imprimirá la forma de relaciones madre-hijo y del sujeto consigo mismo y sus relaciones sociales a lo largo de su existencia en los diferentes escenarios en que se mueva.

El ejercicio pleno del amor en nuestra vida requiere perfeccionamiento, dedicación y, sobre todo, mucho trabajo personal especializado. Aprender la propia vida es nuestra misión y esto dependerá esencialmente de un buen contacto consigo mismo para lograr ese aprendizaje, alcanzando un buen acercamiento con la experiencia propia y de quienes nos rodean.

AMOR POSITIVO / AMOR EN NEGATIVO

El amor negativo es una adicción compulsiva que mina nuestra capacidad para amar con libertad.

 Para poder hablar del amor en negativo es necesario retomar primero qué es el amor en sí. Podemos hablar del amor en la pareja, del amor a la naturaleza, del amor al prójimo, del amor altruista, del amor de los padres hacia su hijo, y así podríamos continuar; esto para darnos cuenta de cuán complejo sería dar una definición de lo que es el amor, y la significación estaría de acuerdo al contexto en donde se expresa y a quién va dirigido. Al hablar de él, coincidimos en que hay tres aspectos que convergen: la cercanía, la unión y la vinculación con alguien.

En este caso, la significación del amor la limitaremos a la relación padres-hijo, y más todavía a la relación de la madre con su hijo, pues es quien está más tiempo dedicada a su atención.

Este amor en la relación madre-hijo nace desde antes de la concepción, desde el momento en que los padres platican, planean y acuerdan tener un hijo. Esta decisión será en principio la fuerza rectora constante en la realización de un anhelo que se verá culminada con el nacimiento de un nuevo ser, en un ambiente donde los padres tomarán la responsabilidad y el compromiso de buscar los recursos necesarios que les permitan prever y proveer lo indispensable para recibir a su hijo en una atmósfera idónea, en donde el vínculo positivo formado en esencia por el amor de ambos, el respeto y la comprensión, será la enzima para brindar el amor sin condición a su bebé. De esta manera, estaremos hablando de un amor positivo, del cual los rasgos principales serán un ambiente afectuoso, cálido, de estima, de aceptación, de respeto, que promueva la generosidad, la unión, el reconocimiento y el apoyo entre las partes vinculadas.

Las actitudes manifiestas en un vínculo amoroso estarán supeditadas a la calidad del tiempo que se comparta, a la expresión de amor en palabras y acciones congruentes, a la comprensión, a la disponibilidad, a la autovaloración que permita valorar al otro, a la autoestima y el auto-reconocimiento para poder amar, a las actitudes de escucha, de presencia, a interesarse por el otros, de hacer planes tomando en cuenta su participación, etcétera. En esta relación positiva habrá igualmente mensajes positivos y directos en función de afirmar lo valioso y maravilloso que es estar con y lo importante que son sus sentimientos, apoyarlo en los momentos difíciles, justipreciar sus buenas acciones, dar confianza, aclarar los malos entendidos sin dejar pasar el momento, valorar su presencia y estima, y toda la comunicación que enriquezca la relación y que posibilite el crecimiento mutuo.

Una atmósfera positiva será el mejor escenario para el arribo de un bebé al seno de una familia. Estaríamos hablando de que los padres contarán con capacidades suficientes para atender y satisfacer las necesidades básicas (físicas y afectivas) de su hijo, dándole el soporte para un desarrollo adecuado que se reflejará en su adaptabilidad al entorno y le habilitará para hacer frente a las circunstancias de su vida futura. El amor, el contacto y la atención oportuna a sus necesidades es la fuerza motora que sustentará al individuo desde su nacimiento hasta el último día de su vida.

El amor materno ha sido definido como ese "sentimiento de afecto, de devoción y de dedicación de una mujer hacia su hijo" (Galimberti, 2002). Si dicho sentimiento esta exento o es excesivo, tendrá repercusiones importantes en el desarrollo de la personalidad y en la identidad futura del infante. Su seguridad, la tolerancia a la frustración, su autonomía, su capacidad para superar el miedo y amar se verán alteradas.

Cuando el sentimiento de amor se manifiesta mediante la sobreprotección, negligencia u omisión (no atender necesidades básicas) por parte de la madre o de ambos padres hacia su bebé, entonces el amor en negativo hablará por lo que esta ocultándose (ansiedad, miedos, fantasías, expectativas, insatisfacciones y carencia de los padres, etcétera). Cuando el amor de la madre o de ambos padres no es de la calidad y la cantidad que el niño necesita, el amor en negativo estará presente.

Hoffman acuñó lo que él llamó el Síndrome del Amor Negativo en 1967, y lo significó como "el impulso humano más paralizador... Desde un punto de vista amplio, el amor negativo no es más que un estado de sentirse indigno de ser amado". El niño introyecta a sus padres mediante sus conductas, estados de ánimo, características y mensajes negativos en los primeros años de vida. Emulando el modelo y ejemplo que los padres le han enseñado, el niño espera ser recompensado con el reconocimiento, la aceptación y el amor de ellos y queda condenado a la repetición compulsiva de actitudes y conductas negativas para lograr la atención de la madre, del padre o de ambos a la vez. Esta forma de relacionarse con los padres, la repetirá más adelante en su ambiente, generando respuestas semejantes a la de ellos, viviendo en el dolor, la infelicidad y el conflicto originados por el amor en negativo.

Hoffman menciona que es en la infancia donde se aprenden tanto comportamientos positivos como negativos. Respecto al Síndrome de Amor Negativo son los padres quienes se encargan de programar, inconscientemente estas conductas. Ellos a su vez fueron programados por sus padres, y así sucesivamente haciendo una cadena de patrones que pasan de generación en generación, limitando así la expresión genuina del individuo, creando lo que Hoffman ha denominado el "núcleo del sufrimiento humano".

Este modelo negativo se aprende en los primeros cinco años de vida, y este aprendizaje se consolida antes de la pubertad. Son hábitos destructivos para ganar el amor y reconocimiento de los padres, como ya mencionamos, y esta programación adquirida actuará en automático en la vida adulta del sujeto, ocasionándole sentimientos de rechazo e insatisfacción, incapacitándole para satisfacer sus propias necesidades y las exigencias y demandas del exterior.

Hoffman expone en sus artículos que para los niños que han perdido a sus padres por abandono, separación o muerte no es suficiente haber sido atendidos en instituciones, internados o por padres sustitutos, ni el amor que las personas a su cargo les hayan brindado; la ausencia del sustento del amor de los padres biológicos se verá reflejada en la "falta de habilidad para relacionarse con amor, consigo mismo y con los demás". Otra particularidad del amor en negativo, es que aún teniendo los padres presencia física ante su hijo, la expresión de afecto y emociones se encuentra ausente y el resultado será el mismo.

Hoffman da a conocer distintas manifestaciones del amor en negativo. Son rasgos negativos como el desamor, la desprotección, la negligencia, la desconfianza, la falta de compromiso, la desaprobación, la disciplina rígida, ambivalente o permisiva y la insensibilidad, entre otros. Destaca actitudes negativas como el desinterés, la incomprensión, la imposición del "deber ser", la indisposición, la falta de contacto, donde la expresión extrema del desamor es la indiferencia.

Igualmente los mensajes negativos son: no eres suficiente, nada de lo que haces te sale bien, no demuestres tu amor, no eres lo que esperaba, no me toques, no cuentes conmigo, no esperes nada de mí; desaparece, quiero descansar, no hables, no juegues, no toques, no me des problemas, etcétera. Conociendo los factores negativos podemos darnos cuenta cómo va fraguándose la programación en la vida del ser humano, minando la posibilidad de amar con libertad.

Hacer el cambio hacia el amor positivo en la vida adulta puede ser factible a partir de que el individuo tome la decisión de pedir ayuda, de buscar la asistencia especializada e iniciar un proceso donde los medios psicoterapéuticos le permitan hacer la diferenciación de quien es él en esencia y qué, de lo que él cree que es, ha sido parte de la programación recibida de los padres. Descubriéndose poco a poco en esas partes oscuras de su personalidad, cabe la posibilidad de ir iluminando con la comprensión esas partes veladas para la conciencia, sanando y perdonando, la no intencionalidad de los padres, liberándose de la repetición de esos patrones generacionales que no le corresponden, capacitándose así en la expresión de su ser y del amor a la vida, reencontrándose a sí mismo con nuevas potencialidades para enfrentar de manera saludable las vicisitudes de la existencia, tomando finalmente la dirección y determinación de una vida en armonía que lo conduzca, a la vez, a un reencuentro simbólico con esos padres internalizados.

Hoffman diseñó un proceso para llevar al individuo a hacer conciente los modelos infantiles, pues en el mundo emocional de los niños no pueden distinguir entre "elección y obligación". Para ello ha formulado una serie de cuestionamientos en un marco de trabajo bien establecido que lleve al individuo a la introspección de su mundo interno y a la rehabilitación de su amor en un período considerable de tiempo. Preguntas como ¿sentiste que fuiste un hijo deseado? ¿Sufriste abandono por divorcio o muerte de tus padres? ¿Cómo eran tus padres? ¿Qué pasaba si estabas enfermo? ¿Qué te transmitían mediante el leguaje corporal? ¿Te expresaban su cariño, respaldo y te daban su compañía? ¿Te amenazaban con dejarte de querer si no hacías lo que debías? Cada pregunta contiene a la vez una oportunidad al cambio, un rasgo negativo tiene también la utilidad positiva y la posibilidad de encontrarse en ésta vía, el camino de regreso a una vida interna y externa en armonía.

CONCLUSIÓN:

El amor positivo y amor en negativo es considerado como una forma de respuesta de los individuos que se trasmite de generación en generación. Si el amor se aprende en lo positivo, el desarrollo sano del individuo le proveerá de recursos y herramientas para soportar frustraciones y pondrá a prueba sus capacidades, que lo llevará a descubrir el potencial creativo con el cual funcionar adecuadamente ante las circunstancias de la vida.

Al contrario en el amor en negativo, hay señales difusas y vagas de las respuestas amorosas de los padres hacia el individuo en la primera infancia, situación que lo pondrá en desventaja, pues la energía y atención del niño las pondrá al servicio de cubrir expectativas en su ambiente y no en cubrir sus propias necesidades, con la esperanza de recibir amor, aceptación y reconocimiento de sus padres y luego de las personas de su ambiente. Toda su energía invertida en la aceptación de los demás, le quitara posibilidades de desarrollar habilidades para responder adecuadamente a sus propias necesidades y a las relacionadas con su ambiente.

Tomado de www.gestalt-mty.com

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