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lunes, 8 de octubre de 2007

Todo sobre los feos y las feas

 

La incorporación de Victoria Beckham a Uglly Betty pretende inyectar bríos a la exitosa telenovela. Y es que de Betty La Fea a Sócrates pasando por El Tigre de Santa Julia, los feos en la historia han sido motivo de desprecio por esa parte de la humanidad que se considera así misma como "normal". Lo que muchos ignoran es que la vida suele ser bella cuando uno no lo es.

Si Platón, en sus "Diálogos" inspirados en la labia de Sócrates (de quien se dice que era físicamente horrible), hubiese tocado el tema de La Fealdad, seguramente que no habría llegado a nada, igual a como sucedió con el diálogo relativo a "Lo Bello" que el llamado padre de la filosofía mantuvo con Hipias. Hay qué aceptar que lo importante de los diálogos no era su conclusión tanto como su desarrollo.

Y es que la fealdad forma parte de lo abstracto, de lo difícil de aprehender y cuya verdad, cuando llega, siempre lo hace a los terrenos de lo subjetivo, en donde nunca nos vamos a poner de acuerdo. Por ejemplo, cuando se aborda el tema de la fealdad en actores exitosos en Hollywood, siempre se toma el ejemplo de tipos como Dustin Hoffman, Woody Allen, Robert Mitchum o, recientemente, Adrian Brody, que a mi juicio no es mas que un metrosexual narizón -igual que Gerard Depardiu-. Sinceramente, a mí ese brother del Brody, no me resulta desagradable pero ya lo encasillaron como tal. En todo caso está chistoso.

Sin querer vestirme de misógino, al hablar de la fealdad si debemos separar la concepción que de ella tienen los hombres, a la que entienden las damas ya que al parecer los primeros pueden sobrellevar su existencia con más facilidad. No cuesta tanto trabajo sobresalir en caso de no ser tan agraciado por los dioses de lo estético. Hay ocasiones, incluso, que un hombre de facciones sublimes tiene en contra el handicap de los dañinos elogios o las inexplicables envidias.

Quienes si deben agradecer a Dios que les haya dado facultades para sobresalir en el futbol son Cuauhtémoc Blanco, Ronaldo y Ronaldinho. Y es que con esa facciones tan cotorras difícilmente serían tan exitosos en otra profesión.

Muy distinto a si la fealdad se aplica en oficios como el de político (recordemos a Gustavo Díaz Ordáz, Hugo Chávez. El Chueco Mario Villanueva o el español Rodríguez Zapatero), maestros de física, chofer de microbús, guarura o interventor de la Secretaría de Gobernación, chambas en las que incluso se rechaza el prototipo del guapito, que en ocasiones es sinónimo de debilidad.

La justicia se da con la llegada de feos triunfadores que, de acuerdo a su poderío, económico o político, desposan a verdaderas beldades a las que parece no importarles el beso del sapo, si su pareja ofrece a cambio una vida holgada y pensión perpetua, como le sucedió al ex gobernador mexiquense Arturo Montiel. Y es que el "efecto afrodisíaco del poder", se ha dado en todas las épocas. En el México moderno citaremos a Carlos Salinas que cuando presidente era todo un sex symbol entre damas de sociedad (donde se sabía que con su esposa Cecilia Occeli sólo se tomaba la foto oficial) y doña Rosario Robles (que en su periodo como jefa de gobierno chilanga tenía más fans que Gloria Trevi).

Aunque no a todas las damas aplique, los verdaderos conflictos existenciales con la fealdad, suelen asaltar a las mujeres. El imperativo "estar bella" no es una exigencia social, sino un chip clavado en los más profundo de su ser, y que data de la época de las cavernas (gracias a los antropólogos sabemos que la existencia de productos para embellecerlas viene desde los fenicios, egipcios, romanos, griegos, chinos, japoneses, y demás"). Nefertiti y Cleopatra fueron la versión antigua de Claudia Schiffer y David Beckham.

Sin embargo, el de la fealdad era un problema de Estado que se resolvía de manera antidemocrática, aunque salomónica. Hay constancia de las famosas subastas babilónicas, dirigida a los hombres solteros. Obvio, que en estos eventos las primeras elegidas eran las doncellas hermosas por las que había que pagar un respetable diezmo si es que uno deseaba llevarla a casa a cocinar y a cenárselas. Vendidas las guapas, para colocar a las feas se utilizaba el sentido contrario: es decir que aquél que se llevara a una exótica nada pagaba y sí recibía una bonificación extraída de las ventas de las hermosas. Al final todos se iban contentos a casa, mientras nacía una figura legendaria en las relaciones entre los sexos: el padrote.

El futuro de feas y feos

Digamos que los feos se hallan en una gran disyuntiva en la actualidad, al menos en la cuestión laboral. Y es que el ideal de belleza ha llevado a un buen número de empresas a anteponer el requisito de "Buena presentación" (léase ser guapo y esbelto), sobre cualquier otro. Entonces, el sobrepeso y la fealdad, se unen al género, la edad, y el origen racial como factores discriminatorios al momento de agarrar chamba (embarazosa situación que es causa de interminables conflictos laborales).

Seleccionando al azahar datos del Noticiero Universal, vemos que en Holanda a una tal Mónica H. le exigieron bajar 20 kilos para darle el cargo de ejecutiva bancaria. Otro ejemplo es el publicado en The Economist, donde hicieron un estudio tomando en cuenta la fealdad y la belleza como un rubro que ya incide en el PIB y el empleo en Inglaterra (donde además hay muy pocos feos, en comparación con Tlaxcala, por ejemplo).

Toda esta carrera para desterrar a la fealdad, tiene un ganador contundente e inobjetable: La industria del maquillaje que en estos momentos debe estar facturando algo así como 250 millones de dólares anuales y se dan caso, como en los Estados Unidos, donde se invierte más en productos de belleza que en educación, más ahora que en el mercado existe un producto para cada fea necesidad. En los USA es común, incluso muy barato, operarse para corregir defectos como una nariz grande, unos labios delgados, una cintura grasosa, unos ojos caídos, un par de orejas o muy chicas o muy grandes, unas nalgas planas. Ésta obsesión por conseguir cuerpos esculturales en Gabacholandia (pandemia que amenaza extenderse más allá de sus fronteras), parece que llegará al extremo de que en un día no muy lejano, no sólo extrañarán sino que darán preferencia a los fellos como ya sucedió en la parodia californiana Que se mueran los feos, que el escritor francés Boris Vian planteó hace casi 80 años. En la trama se descubre que los seres esculturales, son perfectamente clónicos e imbéciles cual cantantes de RBD.

Y es que en ciertos círculos los feos están en peligro de extinción. Así, resulta paradójico como en la cadena colombiana donde produjeron la telenovela Yo soy Betty La fea, en Televisa, la empresa mexicana donde se rodó La fea más bella y en la NBC donde transmiten Uggly Betty, no hallaron a mujeres poco agraciadas en su staff por lo que tuvieron que caracterizar de feas a unas medio guapas. Lo cierto es que en todas las historias triunfan las otras características de las feas (os), a saber.

El encanto de los feos

Sin prejuicios de por medio, ser feo también tiene sus ventajas y tal parece que estos seres -obligados por su circunstancia-, desarrollan otras virtudes difíciles de hallar en el ser humano promedio, como la inteligencia, el buen humor y el rigor.

Al desarrollar el acoso como método para lograr que las cosas se les den, el feo está más preparado para los rechazos sentimentales, laborales o los que sean. Uno de los personajes del volumen Pequeñas Criaturas, del brasileño Rubem Fonseca, es un jorobado terco y malencarado, pero culto y sibarita que con su encanto seduce a mujeres hermosas, para desecharlas después. "Un jorobado no tiene tiempo de enamorarse", se justifica para encarar su siguiente seducción. No hay tiempo para los lamentos de un feo.

Por suerte, la globalización ha recompensado a algunas feas que ahora son objeto del deseo de solteros sajones, hartos de rubias con silicón. Ellos viajan al tercer mundo a cazar "bellezas exóticas", a las que encuentran insuperables. En el caso de los hombres, los feos, claro, como nos les resulta fácil conquistar, inventan técnicas de seducción quizás muy elaboradas, pero infalibles: Mucho verbo, mucho baile, mucho hacer reír al prospecto. ¿Resultado?: felicidad para ambos. Otra ventaja es que un ser con intuición, nunca cela a una chica fea. No tiene sentido. Súmele a eso que los feos y las feas cuentan con la certeza de que sus parejas están con ellos por el paquete completo y no por su linda cara (¿carga?) lo cual implica una suerte de mutua seguridad.

A manera de despedida una cita de Beneddeti extraída del cuento "La noche de los feos", dicha por supuesto, por un asimétrico: "A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente".

Tomado de www.milenio.com

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