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miércoles, 2 de enero de 2008

Las particularidades de la sexualidad masculina

 

 Los seres humanos contamos con una manera propia de responder sexualmente, sólo diferenciada por las particularidades de la anatomía femenina o masculina.

Autor: Virginia Martinez Verdier

Los varones -presos de su anatomía- tienen un funcionamiento sexual más complicado que las mujeres, que los hace más proclives a padecer diferentes perturbaciones en su respuesta sexual.

La respuesta sexual -en ambos sexos- tiene tres fases: el deseo, la excitación y el orgasmo.
El deseo es las "ganas de", es un apetito que surge espontáneamente ante determinados estímulos externos (olfativos, táctiles, gustativos, visuales o auditivos) y ante determinados estímulos internos como las fantasías sexuales.

La excitación consiste en el aumento paulatino de la tensión sexual, acompañada de sensaciones placenteras y de cambios corporales generales y genitales (taquicardia, respiración entrecortada, enrojecimiento, congestión y lubricación vaginal, erección de los pezones y del pene, etc.).

El orgasmo es el momento de culminación de las sensaciones placenteras.
Fisiológicamente es un reflejo: en la respuesta sexual masculina, ante un estímulo adecuado en el polo sensitivo (glande del pene), responde el polo motor contrayendo los músculos genitales y determinando la eyaculación.

Durante la excitación el líquido seminal se deposita en la uretra prostática (fase de emisión), al mantener un estímulo rítmico y sostenido, comienzan a contraerse los músculos genitales y sobreviene la fase de la eyaculación. Por lo tanto el orgasmo incluye a la emisión y a la eyaculación.

Esta es la fría fisiología; sin embargo, el que un varón eyacule o no, no significa necesariamente que haya gozado sexualmente, pues el orgasmo masculino es más que la eyaculación.

Como sucede también en las mujeres, la vivencia de satisfacción es decodificada por el cerebro. Como somos seres humanos, un reflejo mecánico que no incluya reacciones emocionales reduce al impulso sexual a una mera descarga de tensión.

En este sentido es importante recapacitar acerca del lugar que el varón da a la vivencia real de placer y dónde ubica la posibilidad de lograrlo. La cultura enseñó a los varones a remitir su gratificación exclusivamente a los genitales. De hecho la erección y la eyaculación pueden suceder en escasos minutos.

Las mujeres tardan más tiempo que los varones para alcanzar una excitación adecuada que les permita llegar al orgasmo; más allá de las cuestiones culturales, esta diferencia temporal se basa en diferencias anátomo-fisiológicas.

Es por ello que la capacidad del varón de mantener su excitación durante un tiempo prolongado, disfrutando de la sensibilidad de todo su cuerpo, le permite sostener su propio placer y compartirlo compatibilizándolo con el de su pareja.

Considerando diversas causas y situaciones particulares en las mujeres con respecto al orgasmo pueden darse dos posibilidades: alcanzarlo o no.

En cambio, en los varones se pueden producir una serie de variantes orgásmicas determinadas por causas orgánicas, emocionales, educativas o vinculares.

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