EL SECRETO MEJOR guardado de Estados Unidos no es el nombre del autor intelectual del asesinato de John F. Kennedy. Ni siquiera la verdadera causa de la muerte de Marilyn Monroe. Es un tema delicado que comparten con sigilo las esposas norteamericanas: el eclipse del apetito sexual masculino.
Al menos eso es lo que piensa Michele Weiner-Davis, autora del libro The Sex-Starved Wife: What to Do When He's Lost Desire (La esposa hambrienta de sexo: qué hacer cuando él ha perdido el deseo). Y se refiere al drama que viven muchas mujeres que pasan por ninfómanas ante sus parejas porque les confiesan que extrañan aquellos tiempos en que ellos las correteaban por la alcoba.
El libro de Weiner-Davis desbarata el mito de que las excusas de cansancio, estrés o dolor de cabeza para huirle al sexo son exclusivamente femeninas. El hecho de que los hombres tengan 20 veces más testosterona circulante -hormona asociada al apetito sexual- no significa que ellos sean los únicos pedigüeños en la cama. Una legión de mujeres insatisfechas está saliendo a denunciar que a ellos se les apaga el fuego con más frecuencia de lo que dicen. Y ya no son tiempos para que esos esposos arguyan que, después de las nupcias y los hijos, la mujer se dedicó a engordar y a descuidarse. Nada de eso. Como dice el psiquiatra y sexólogo Mario Alberto Peña, "a un hombre con síndrome de bajo deseo sexual le pueden poner a Nicole Kidman desnuda al frente y ni eso soluciona su problema".
Una encuesta con 1.000 mujeres reseñada por Weiner-Davis indica que el 60% deseaba tanto o más sexo que sus esposos. Lo peor es que la gran mayoría de los hombres con escaso deseo sexual -no confundir con disfunción eréctil- se abstenían de hablar del tema con ellas y de visitar al médico o al terapeuta. Si hablaban, solían tener una sutil pero frustrante confusión: creían que lo que sus esposas querían era un orgasmo -visión muy masculina del sexo- y no sentirse amadas y conectadas emocionalmente.
Weiner-Davis asegura que uno de los aspectos que torna problemática la situación es que el miembro inapetente suele ser quien controla la vida sexual de la pareja, no por vocación de manipulador, sino porque tiene una suerte de poder de veto. Si carece de ganas, el acto no ocurre. El inconveniente es que el otro debe aceptarlo pero, al mismo tiempo, mantenerse monógamo. En palabras de la autora, se trata de "un acuerdo injusto e impracticable".
No es lo mismo que ayer
La discrepancia en el deseo es el problema que con mayor frecuencia conduce a la consulta con el terapeuta sexual. Una de cada tres parejas experimenta esta dificultad por causas emocionales, biológicas o de la relación. El estrés y la depresión son ejemplo del primer grupo y, de manera más concreta, Weiner-Davis plantea que la gente subestima el impacto que en un hombre tiene el temor a perder el empleo. Entre las causas biológicas pone el ejemplo de las fluctuaciones hormonales -nuevamente, la testosterona- o el descuido de la apariencia física de la pareja, y en las cuestiones de la relación como tal menciona que no hay nada menos afrodisíaco que la cantaleta rutinaria o, incluso, el descubrimiento tardío de ser gay.
Pero todo lo anterior no plantea que las aventuras por fuera sean la solución. "De manera enfática considero que la infidelidad no es una solución a un vacío en el deseo -escribe Weiner Davis a CAMBIO-.
La infidelidad es terriblemente dolorosa para la persona traicionada y crea barreras para la conexión amorosa real y la comunicación". En este sentido, la terapeuta insta a las personas con bajo deseo a que entiendan cómo es eso de "estar hambriento de afecto físico y sentir sus necesidades completamente desestimadas".
La solución es consultar con el experto que corresponda según el origen del problema. Ahora bien, no es aconsejable depositar toda la responsabilidad en el amante apagado: hay que tomar las riendas del asunto, en tal grado que si él acepta, conviene darle un empujoncito, reservarle la cita con el especialista y hasta llevarlo personalmente el día señalado. Para los hombres es un asunto difícil de admitir, así que lo mejor que puede hacer una esposa "hambrienta" es tener una actitud "proactiva", como dicen los profetas de las charlas "motivacionales".
También es cuestión de tener un mapa del matrimonio, dice a CAMBIO la terapeuta norteamericana. "La mayoría de las parejas no tienen ni idea acerca de los períodos de transición que atravesarán, incluyendo la efervescencia del enamoramiento, característica de la parte temprana de la relación". Pero ¿es posible que esos tiempos retornen en etapas más maduras? "Seguro que sí -puntualiza Weiner-Davis-. Sin embargo, las relaciones sexy de largo aliento no ocurren; las parejas tienen que hacer que ocurran. El deseo es una decisión".
"TARDE O TEMPRANO, ESTO VA A EXPLOTAR"
PACIENTE DE 25 AÑOS
Mi esposo tiene 28 años y con él tengo un hijo de dos años. Hace un año busqué un sexólogo porque comencé a pensar que mi marido tenía poco deseo sexual. Yo quiero hacer el amor entre tres y siete veces a la semana, y él solo entre una vez al mes y cada dos meses. Sé que el problema no es que tenga amante ni nada por el estilo. El sexólogo le dijo que era probable que tuviera baja la testosterona y le recomendó que se hiciera unos exámenes, pero no ha querido hacérselos. No le da mucha importancia al asunto porque cree que ese es mi problema. Al fin y al cabo, yo fui la que primero fue a consultar. Creo que tarde o temprano esto va a terminar explotando por algún lado.
Tomado de www.cambio.com.co
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